La historia detrás de esta frase que cambió mi vida se remonta, tal vez, a unos siete u ocho años atrás. Estaba ingresando a una presentación en el Palacio Nacional de Guatemala sobre temas de desnutrición.
Recuerdo en la mañana, levantarme, correr, manejar mi carro, correr, llegar a tiempo, correr por las escaleras del Palacio y estar en la presentación. Luego de la presentación pensaba en mis pendientes, en lo que tendría que hacer más tarde, en lo que aún no había hecho. En ese momento, con mi intención de salir del lugar, una mano amiga me detuvo y me preguntó a que me dirigía. Le conté todo lo que tenía que hacer, todos mis pendientes, y sintió mi stress. En ese momento me dijo la frase, no por correr amanece más temprano.
La frase retumbó en mi oido como la primera vez que leí Eclesiastés 3:1–8 donde se nos dice que hay un tiempo para todo. Fue allí donde caí en cuenta, que no estaba aprovechando para nada mi tiempo. Que estaba entretenido, de la misma manera que está entretenido un pequeño hamster en su rueda, pero que no estaba llegando a ningún lado. Entendí que estaba dejando lo importante aparte, y me estaba concentrando en aquello que no tenía relevancia.
Y es que pocas veces nos detenemos a pensar que por correr no amanece más temprano. Que los amaneceres se darán cuando se tienen que dar. Que los atardeceres serán cuando tiene que atardecer. Que por más que queramos que el sol caiga de manera más rápida o sea más lento, esto es imposible. Y me pregunté la razón por la que corría y encontré que era por impaciente.
Es así como hace unos días me encontré leyendo el libro de Mathew Kelly titulado Resistiendose a a Felicidad (puede comprar aquí), cuando menciona que en el plan divino de Dios, no tenemos sabemos que sucederá. A veces me pregunto que pasaría si supiéramos lo que Dios tiene para nosotros. Por momentos pienso que estaríamos esperando ansiosos a que sucediera todo lo bueno que tiene preparado. Por otros momentos pienso que no nos animaríamos a subir esas montañas que empezaron como una cuesta empinada y que ahora vemos de regreso y admitimos las dificultades del camino. Creo que Dios, en su eterna sabiduría, nos brindó la libertad a cambio de fe pero con la condición de ser pacientes.
Paciencia, esta palabra que leemos una y otra vez en la Biblia. La paciencia en 1 de Corintios 13:4–5 diciéndonos que el amor es paciente y bondadoso. El amor no se puede obligar a amanecer más temprano. El amor no puede forzarse. El amor necesita paciencia.
También podemos leer Proverbios 14:29 donde se nos dice que el paciente tiene discernimiento. También podemos leer Proverbios 16:32 donde se nos dice que más vale ser paciente que valiente. O podemos leer la Segunda de Pedro 3:9 donde se nos dice que el Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza, que el Señor tiene paciencia con nosotros.
Y me pregunto al ver atrás, ¿de qué estaba corriendo? Y la respuesta es que estaba corriendo de Dios. Alejándome de Él. Los problemas del trabajo, los puedo depositar en Él. Los problemas de salud los puedo depositar en Él. Los problemas de dinero los puedo depositar en Él. Los problemas de familia los puedo depositar en Él.
Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará;
No dejará para siempre caído al justo.Salmo 55:22
Allí encontré al Salmo 55:22. Mis cargas ahora están en Dios. Ya no tengo por que correr. Ya no tengo que preocuparme por lo que Dios ya tiene resuelto. Ya puedo dedicarme a mi día a día. Puedo dedicarme a hacer el bien, a ser obediente, a predicar su palabra, a honrar mi trabajo a ser mejor cada día.
Así me di cuenta que ya no tengo que correr porque estoy con Él.
Excelente contenido. Hay momentos en la vida que lo necesitamos que nos recuerden los Maravilloso y Amoroso que es Dios con nosotros. Este blog es como un rayo de luz dentro de las redes sociales.
Me gustaMe gusta